Hace casi dos siglos unos mineros chinos se enfadaron con el capataz, y como señal de protesta prendieron fuego a la mina, que no era nada más y nada menos que de una variedad de antracita de altísima calidad, llamada “heibao”, gema negra. Claro, eso ardió todo lo que quiso, y no había forma de apagarlo. Durante todo ese tiempo los habitantes de esa zona intentaron extinguirlo de vez en cuando, aunque como bien suponéis, nunca funcionó. Al final China se hartó y hace 10 años mandó un equipo especial de bomberos que, hasta ahora, no consiguieron apagarlo.
Imaginaros generaciones y generaciones de chinitos conviviendo con ese incendio come-cabras (final del tercer párrafo), el humo tóxico y contaminante que iba saliendo por las grietas y los corrimientos de tierra que provocaba. Yo ya no me acostumbraría a vivir sin él.
De todas formas no penséis que es el único incendio centenario, por lo visto es bastante frecuente encontrarse con otros de larga duración en minas de la India y China, debido a que abandonan en su interior grandes cantidades de polvo de carbón, que como supongo que sabréis, es altamente combustible.