Los 10 experimentos científicos más crueles y extraños de la historia (1º parte)
martes, 6 de noviembre de 2007 by Aranele
Ya vimos mis 10 conspiraciones favoritas, y ahora vamos a ver los 10 experimentos científicos más crueles y extraños de la historia. Hoy los 5 primeros de la lista, y mañana otros 5 más.
1. A Warren Thomas, dueño del zoológico de Lincoln Park, en Oklahoma, se le ocurrió inyectar en 1962 a su elefante Tusko una jeringuilla con 297 miligramos de LSD (3000 veces más que la dosis humana). El pobre elefante estuvo durante cerca de una hora revoleando la trompa furioso hasta que cayó rendido, y murió. Thomas comentó entonces que “al parecer el elefante es altamente sensible a los efectos del LSD”. Un lumbreras el tío. En su defensa dijo que no creyó que pudiera morir el elefante, ya que ellos ya lo habían probado (y no hace falta que lo jure).
2. También en los 60, durante unas prácticas de vuelo cogieron a 10 soldados y les dijeron que el avión estaba en malas condiciones, por lo que tenían que amerizar en medio del océano. Entonces les hicieron firmar un seguro de vida quitando al ejército la responsabilidad de sus muertes o heridas. Realmente no pasaba nada en el avión, el experimento sólo buscaba averiguar si la gente comete más faltas al rellenar un formulario si su vida corre peligro.
3. Ahora retrocedemos a los años 30, cuando un profesor de psicología, Clarence Leuba, quiso comprobar su hipótesis de que los niños aprender a reirse cuando les hacen cosquillas. Usó como conejillo de indias a su propio hijo, prohibiendo a su familia y amigos hacer cosquillas al retoño. El experimento no funcionó porque la madre no pudo resistirse a hacerle carantoñas y cosquillas. Pero Leuba no se dio por vencido y volvió a probar con su hermana.
4. En 1924 Carney Landis, de la Universidad de Minnesota, quiso investigar las expresiones faciales de disgusto. Para ello pintó la cara de un grupo de voluntarios con carboncillo, y les mandó hacer una serie de actividades como oler amoníaco, escuchar jazz, mirar fotografías, y arrancarle la cabeza a una rata blanca. Obviamente muchos se negaron a hacer esto último, aunque al final la mayoría acabó cediendo. Uno dijo “Parecen miembros de un culto preparándose para hacer un sacrificio al gran dios del experimento”.
5. Este último parece salido de una película de terror, o de una noche de brujas. Regresamos a los años 30 cuando Robert Cornish, de la Universidad de Carlifornia, creía haber encontrado una forma de revivir a los muertos, inyectándoles adrenalina y anticoagulantes, y moviéndoles para que circulara la sangre. Según él funcionaba con perros estrangulados, pero quiso ir más allá, y convenció a un condenado a muerte, Thomas McMonigle, para ser su conejillo de indias. Pero el estado de California le negó el permiso a Cornish, ¿por ser una locura? no, por miedo a que tuviesen que liberar a McMonigle si la técnica funcionaba…
2. También en los 60, durante unas prácticas de vuelo cogieron a 10 soldados y les dijeron que el avión estaba en malas condiciones, por lo que tenían que amerizar en medio del océano. Entonces les hicieron firmar un seguro de vida quitando al ejército la responsabilidad de sus muertes o heridas. Realmente no pasaba nada en el avión, el experimento sólo buscaba averiguar si la gente comete más faltas al rellenar un formulario si su vida corre peligro.
3. Ahora retrocedemos a los años 30, cuando un profesor de psicología, Clarence Leuba, quiso comprobar su hipótesis de que los niños aprender a reirse cuando les hacen cosquillas. Usó como conejillo de indias a su propio hijo, prohibiendo a su familia y amigos hacer cosquillas al retoño. El experimento no funcionó porque la madre no pudo resistirse a hacerle carantoñas y cosquillas. Pero Leuba no se dio por vencido y volvió a probar con su hermana.
4. En 1924 Carney Landis, de la Universidad de Minnesota, quiso investigar las expresiones faciales de disgusto. Para ello pintó la cara de un grupo de voluntarios con carboncillo, y les mandó hacer una serie de actividades como oler amoníaco, escuchar jazz, mirar fotografías, y arrancarle la cabeza a una rata blanca. Obviamente muchos se negaron a hacer esto último, aunque al final la mayoría acabó cediendo. Uno dijo “Parecen miembros de un culto preparándose para hacer un sacrificio al gran dios del experimento”.
5. Este último parece salido de una película de terror, o de una noche de brujas. Regresamos a los años 30 cuando Robert Cornish, de la Universidad de Carlifornia, creía haber encontrado una forma de revivir a los muertos, inyectándoles adrenalina y anticoagulantes, y moviéndoles para que circulara la sangre. Según él funcionaba con perros estrangulados, pero quiso ir más allá, y convenció a un condenado a muerte, Thomas McMonigle, para ser su conejillo de indias. Pero el estado de California le negó el permiso a Cornish, ¿por ser una locura? no, por miedo a que tuviesen que liberar a McMonigle si la técnica funcionaba…